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ERNESTO SÁBATO: UNO DE LOS TANTOS POCOS.

A diez días de la muerte de Ernesto Sábato.

Publicado: 2014-04-20

A MODO DE INTRODUCCIÓN. 

Un 24 de Junio de 1911, en Rojas Argentina, nace Ernesto Sábato: uno de los tantos pocos.

El Décimo hijo de una familia de once. Nace poco tiempo después de la muerte de su hermano “Ernestito” al cual Sábato recuerda diciendo:

“Me llamo Ernesto, porque el día de mi nacimiento acababa de morir el otro Ernesto, al que, aun en su vejez, mi madre siguió llamando Ernestito, porque murió siendo una criatura”

Tal vez, desde ahí comienza la existencia dificultosa de Sábato al haber sido marcado por esa tragedia y otras tantas como sus alucinaciones y ese sonambulismo, que atormentó a su madre cuando lo enviaron a hacer sus estudios secundarios a La Plata, y ella no estaría allí para protegerlo.

Esos estudios secundarios que marcaron a Sábato, porque fue allí donde vio a don Edelmiro Calvo, un aindiado caballero de provincia, demostrar con pulcritud el primer teorema. Ese teorema que haría que Sábato lograra apaciguar todo el caos de su vida, sus emociones y ansiedades, en una serie de cuadernos y diarios, que quemó años más tarde.

Paralelo a los teoremas y las matemáticas, Sábato se vincula, a sus dieciséis años, a grupos anarquistas y comunistas, ya que nunca pudo soportar la injusticia social. ¡Ah! Pero fueron tantas las consecuencias de luchar contra esa injusticia, para que después de persecuciones, cambios de identidad y una vida precaria “el partido”, decidiera en 1935 enviarlo a las escuelas Estalinistas de Moscú por “comportamientos sospechosos”. Pero antes de ir a Moscú, debía pasa por el Congreso contra Fascismo y Guerra, que presidía en Bruselas. Es allí donde conoce a Pierre, un dirigente del Comité Central, con el cual sostiene conversaciones cada noche antes de dormir. Y es en una de esas tantas conversaciones, que con la lógica que la matemática le había brindado hasta el momento, Sábato comprende que si iba a Moscú, no volvería jamás. Así pues, a la mañana siguiente Sábato arregla una valijita y escapa a París con la dirección de una trotskista Argentino, el cual lo pone en contacto con un portero, que le ofreció dormir en un cuartucho.

Hasta aquí hemos visto al Sábato que vio en aquel teorema una salida a sus alucinaciones y temblores, y al Sábato comunista, que persiguieron a tal punto de hacerle cambiar su identidad tan trágica. Ahora, conoceremos el Sábato que abandona la ciencia, y que en 1945 publica “Uno y el Universo”, y en 1948 como un grito desesperado publica “El Túnel”.

A MODO DE TÚNEL

Después de aquella estadía en parís, Sábato regresa a Argentina para terminar su doctorado en Físico-matemática, y también se preparaba para recibir los insultos por su “traición” al comunismo, cuando en realidad era todo lo contrario, como lo expresó:

“El gran traidor fue ese hombre monstruoso, ex seminarista, que liquidó a todos los que había hecho verdaderamente la revolución, hasta alcanzar en el extranjero al propio Trotsky, uno de los más brillantes y audaces revolucionarios de la primera hora, asesinado en México por los hachazos Estalinistas”

Así pues, terminado su doctorado, el profesor Houssay, le concede la beca para que aquel mal llamado “traidor” trabajara en el Laboratorio Curie. Pero es en ese mismo laboratorio donde comienza su paso por aquel Túnel vertiginoso, de la ciencia a la literatura, donde reencarna ésa figura demoniaca de Robert Stevenson del doctor Jekyll y Mr. Hyde, porque mientras en el día estaba entre electrómetros y probetas, en la noche se emborrachaba entre surrealistas jugando a construir cadáveres exquisitos. Esa catedral que había construido a base de teoremas se estaba destruyendo. Había dado comienzo a la crisis que lo alejaría de la ciencia, su alma se debatía en la dualidad, de esa forma extrema de racionalismo como lo son las matemáticas, a esa forma dramática y violenta de irracionalismo como lo es el surrealismo. Pero esa dualidad acabaría cuando a comienzo de la década de los cuarenta, toma la decisión de abandonar la ciencia; aquella ciencia que lo resguardó durante tantos años, y a la que él, en reiteradas ocasiones recordó con una frase de Isidore Ducasse:

“Oh, matemática severa, yo no te olvidé, desde que tus sabias lecciones, más dulces que la miel, se filtraron en mi corazón, como una onda refrescante; yo aspiraba instintivamente, desde la cuna, a beber de tu fuente, más antigua que el sol, y aún continúo recordando cómo osé pisar el atrio sagrado de tu solemne templo, yo, el más fiel de tus iniciados”

Pero al haber renunciado a la ciencia, se dispone de nuevo a recibir fuertes críticas, pero esta vez por parte de los científicos más destacados del país. Uno de los primeros fue el doctor Houssay, que le retiró el saludo para siempre, y le siguió el doctor Saviola que tanto lo había querido, diciendo que Sábato había abandonado la ciencia por la charlatanería. Esta era la segunda ocasión en que Sábato recibía críticas tan fuertes.

Ahora se abriría paso a la literatura. Aquella que lo acompañaría hasta sus últimos días.

Pero Sábato no se despediría de aquel universo de purismo, sin antes publicar “Uno y el Universo”, donde expresaría sus dudas y la angustia que le provocó aquella decisión.

Sábato ya había podido superar ese Túnel de la ciencia. Ahora debía vivir su propio Túnel, que como lo expresó su alter-ego Juan Pablo Castel:

“En todo caso, había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida”

Sí, esa obra reconocida por muchos y elogiada por Thomas Mann y Albert Camus. Sería su llave de entrada a la literatura, pero Sábato tendría que sufrir amargas humillaciones para poder publicar “El Túnel”. Dada su formación científica, a nadie le parecía posible que pudiese dedicarse seriamente a la literatura. Y no sería hasta que gracias a un préstamo, Sábato, logra la publicación en la revista Sur; la cual inmediatamente agotó. Al año siguiente recibe la noticia de su edición en francés, gracias a la iniciativa de Camus:

“Le agradezco su carta y su novela. Caillois me la hizo leer y me ha gustado mucho la sequedad y la intensidad. He aconsejado a Gallimard que la editen, y espero que “El Túnel” encuentre en Francia el éxito que merece. Hubiera deseado poder decirle todo esto de viva voz, pero la prohibición de una de mis piezas en Buenos Aires me impide dar allí las conferencias previstas. Sí, no obstante, llegara a ir a Brasil trataría de acercarme a título personal a Buenos Aires y me alegraría entonces conocerlo. De aquí a entonces, cuente con toda mi simpatía fraternal.

ALBERT CAMUS”

Pero no nos olvidemos del alter-ego, sí, de Juan Pablo Castel; ése, que en tantas ocasiones reencarnó a Sábato en su propia obra, con esas preocupaciones sociales, y aquel sentimiento de muerte que siempre lo agobió. Y es en ese mismo Túnel, donde Sábato comienza a convertirse en uno de los tantos, mientras que Juan Pablo Castel se quedaba encerrado en aquella celda.

A MODO DE RESISTENCIA

¡Cuánta humanidad se manifiesta en Sábato!

Tratar de olvidar que vivió hasta los 99 años, a menos de dos meses de cumplir los 100 años, es tratar de olvidar sus últimos años, aquellos en los cuales vivió en una resistencia total, aferrándose a la idea de la muerte, la cual siempre sintió cerca, pero que de alguna manera, no podía encontrar.

Sábato siempre se preocupó por la deshumanización que traerían las tecnologías, y es, desde ésa preocupación que comienza a vivir para resistir; resistir todas las atrocidades que traería ese individualismo de las tecnologías en el hombre.

También vive para resistir la fuerte noticia de la muerte de su hijo Jorge Federico, afectándolo tanto, que busca revivirlo en las religiones, en la parasicología y las habladurías esotéricas, sin pensar, que en 1998, su primera y única esposa, Matilde también moriría. ¿Acaso esos dos sucesos no eran lo suficientemente fuertes para que Sábato, hubiese quedado destruido? Quizás, pero fue en ese tiempo de dolor donde se hizo indispensable el apoyo y la fe de Elvirita. Y es, en esa época de dolor, donde Sábato se convierte en uno de los tantos pocos; en uno de los tantos que aprendió a vivir, que luchó por la vida, por la justicia social y que fue en contra de la deshumanización de las tecnologías, pero también fue de los pocos que al aprender el arte de vivir, resiste unos años a la muerte, para seguir luchando por la humanidad.

Pero es en “La Resistencia” donde nos deja un claro mensaje de cómo está la humanidad:

“Estamos en camino pero no caminando, estamos encima de un vehículo sobre el que nos movemos sin parar, como una planchada, o como esas ciudades, satélites que dicen que habrá. Ya nada anda a paso de hombre, ¿acaso quién de nosotros camina lentamente? Pero el vértigo no está sólo afuera, lo hemos asimilado a la mente que no para de emitir imágenes como si ella también hiciese zapping; y, quizá, la aceleración haya llegado al corazón, que ya late en clave de urgencia para que todo pase rápido y no permanezca. No hemos elegido la meta pero a todos se nos divierte por televisión, ricos y pobres. Este común destino es la gran oportunidad, pero ¿quién se atreve a saltar afuera? Tampoco sabemos ya rezar porque hemos perdido el silencio y también el grito”

¿DÓNDE QUEDÓ JUAN PABLO CASTEL?

Hace ya 2 años que Ernesto Sábato no está con nosotros, pero ¿qué nos queda de él, aparte de sus 19 ensayos y sus 3 novelas? Así es, su alter-ego Juan Pablo Castel, encerrado en una celda, pintando, esperando el final de sus días, como lo hizo Sábato.


Escrito por

Camilo Peláez

Universitario. Poco que decir, mucho que escuchar. Contacto: pelaez.camilo96@gmail.com


Publicado en

Letras para corregir.

Y nadie dijo que las letras fueran buenas.